lunes, 12 de septiembre de 2016

Por el interés te quiere Andres

¡Qué fácil es mentir! Y es así, de pequeños nos enseñan a esconder nuestros sentimientos, a sonreír cuando estamos tristes y a no llorar porque eso es de débiles y será aprovechado por los demás para herirnos. Nos enseñan a decir alto y claro: Lo siento, gracias, y te quiero. De hecho, lo acabamos automatizando de tal manera, que la gran mayoría de las veces nos sale sin procesar la información. Por ejemplo, cuando vas a una tienda y alguien te despacha amablemente le damos las gracias ¿porque lo hacemos? en realidad, sólo hace su trabajo bien, no nos engañemos, no estamos agradecidos. Y también hemos sufrido en nuestras propias carnes cómo de adolescentes alguien nos decía te quiero sin realmente sentirlo (no sabíamos ni lo que era ese sentimiento), incluso nosotros mismos hemos podido decirlo. Pero de las tres palabras más automatizadas del ser humano, para mí en la que peor te pueden mentir es en lo siento. Entiendo, que nuestro corazón herido millones de veces por amor no este de acuerdo conmigo, pero al fin y al cabo, todos hemos querido y dejado de querer, y nuestras heridas nos enseñan quien de verdad lo dice de corazón. Sin embargo, con lo siento todo se olvida, y nada te enseña. Si alguien te dice te quiero, y te hace daño, se hace una herida muy grande, pero sólo con eso el tiempo cura todas las heridas. El problema, es cuando va seguida de un lo siento, que todo se perdona, pero no lo olvidamos, porque el pasado es el que nos crea tal y somos en el presente.  Todos alguna vez hemos visto o incluso hemos hecho que un niño pida perdón a otro porque le ha herido, porque le ha pegado o porque le ha quitado el juguete sin permiso. Desde pequeños nos enseñan que un simple perdón, arregla todo el mal causado, pero no enseña que luego hay que demostrarlo. Si le quito el juguete llora, para que deje de molestar le pido perdón y le devuelvo el juguete, pero a los tres días puedo volver a hacerlo porque sé cómo solucionarlo y salirme con la mía. Y así, nos pasamos el resto de nuestra vida. Cómo humanos cometemos errores, y cuando fallamos a alguien o la herimos, sabemos que para que la situación deje de ser incómoda hay una palabra mágica, y así lo automatizamos, y pocas veces lo decimos de verdad. Y herimos, herimos y herimos, hacemos heridas cada vez más grandes, porque estás no se olvidan, porque sí no lo sentimos, hacemos que la persona confié una y otra vez en nosotros, y estando a su lado, la herida permanece un  abierta, porque nunca la hemos cerrado, sólo le hemos puesto una tirita. Porque al no sentirlo, no nos ponemos en su lugar, y no dejamos de quitar el juguete al niño. Si gastáramos más energía en demostrar a las personas lo importante que son para nosotros, y en pedir disculpas con hechos en vez con palabras que las lleva el viento, todos nuestros corazones latirían con tanta fuerza que jamás soltarían a esas personas. 

Y con nuestros remiendos, damos oportunidades a personas que no se las merecen, y dejamos pasar a otras que sí están ahí. Hazte valer, si quieren coser tus heridas, que cojan aguja e hilo, y no espadrapo y gasas. Al fin y al cabo, somos egoístas, y oír llorar nos molesta, no devuelvas el juguete al niño, y jugad juntos, aunque tengas que oírle llorar durante dos horas más luego será mucho más divertido. 


Cuando perdones es para olvidar. Las palabras se las lleva el viento, nunca recordarás que te dijo cuando te conoció, pero si te acordarás que hicisteis en vuestra primera cita. 




                                                                                             HAKUNA MATATA